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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 13 de enero de 2007

El niño normal en pediatría.

Es obvio que para conocer lo anormal deberíamos tener previamente conocimientos de lo que es normal. Hace algunos años Ryle señaló que se debe estudiar antes el estado de salud que el estado de enfermedad. Ryle dijo: "Seguramente se trata de una omisión el hecho de que los estudiantes de medicina y algunos de sus profesores hayan puesto tan poca atención al estado de salud, que es el punto de partida de cualquier desviación y que más tarde será reconocida como enfermedad".

En muchas facultades de medicina se enseña, con énfasis, lo que es raro e "interesante" y se da poca importancia a las afecciones comunes que conforman la mayor parte de la práctica profesional y que, con frecuencia, no son más que variaciones de la normalidad que no pueden considerarse enfermedad, pero que causan ansiedad y preocupación a los padres y conducen, en ocasiones, a llevar a cabo tratamientos innecesarios. Es más, multitud de "trastornos" evolucionan hacia la normalidad, por sí sólos, sin ninguna intervención. Uno de tantos ejemplos es el que se refiere a la inquietud de los padres cuando notan que su hijo camina con los pies hacia dentro. Casi con toda probabilidad, el niño dejará de hacerlo cuando aprenda a sentarse "como los indios" o en postura "de yoga".

Es, por tanto, responsabilidad del profesor hacer que el estudiante de medicina se interese más por lo frecuente que por lo infrecuente, más por lo realmente importante que por lo raro, más por las personas y la gente que por los casos; más por cada niño y su familia, tanto en la curación como en la prevención.

Si un estudiante no aprende a captar lo que aparentemente no parece significativo, tampoco será capaz de detectar lo verdaderamente esencial. Es lógico y de sentido común. Tomado de Ronald S. Illingworth, M.D. (The Normal Child: Some Problems of Early Years and their Treatment).