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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

miércoles, 13 de agosto de 2008

¿Nuestro hijo puede ser autista?

Se estima que, en conjunto, el trastorno autista en todas sus variantes puede afectar a unos 5 de cada 10,000 niños, siendo 5 veces más frecuente en varones que en mujeres.

En el 5% de los casos existen antecedentes familiares de comportamientos autistas o de trastornos del lenguaje, pero aún no se sabe por qué se produce el autismo.

En realidad se trata de diversos trastornos, de diferente gravedad y evolución variable, que se caracterizan todos ellos por dificultad del niño para relacionarse con la gente, incluidos los padres, además de una deficiente utilización del lenguaje.

- El inicio de los síntomas suele ser antes de los tres años. Desde los primeros meses estos niños pueden ya manifestar problemas para establecer relación con las personas cercanas. Los padres refieren que desde la época de lactante era "poco cariñoso" y tardaba en sonreir en respuesta a los estímulos, o no sonreía en absoluto.

- Cuando van creciendo son capaces de pasar horas entregados a juegos solitarios, mostrándose retraidos en presencia de otros niños o adultos, e indiferentes a los intentos de comunicación. No parecen percibir los ruidos ni las voces, ni ver los objetos ni las personas. El contacto ocular es anormal o está ausente: poseen una mirada que parece mirar al horizonte como a través de la gente, o bien realizan miradas furtivas. Muestran un desinterés casi total, comportándose como si se hallaran solos. Como mucho se interesan por una parte del otro: su mano, un detalle de su vestimenta...

- Manifiestan un rechazo absoluto al contacto físico: si se intenta, el niño reacciona a veces de forma violenta, con agitación.

- Es habitual tambien que muestren un interés absorbente por determinados objetos, por la música o por conductas rituales (golpearse la cabeza, balanceo del cuerpo, ...). Los intentos de suspender o modificar estas conductas pueden provocarles una rabieta o reacción de ira.

- Necesitan que las cosas estén y funcionen de la forma a que ellos están acostumbrados, mostrando, con actitudes de ansiedad, escasa tolerancia a los cambios.

- Presentan con frecuencia movimientos repetidos de dedos, manos, brazos y piernas, balanceo del cuerpo, rotación de la cabeza, ...

- Aunque sólo sea para manipularlos, muestran, como hemos dicho anteriormente, un interés exagerado por ciertos objetos, en especial los rotatorios.

- Realizan algunos movimientos característicos, aprendidos y repetitivos (estereotipias): chasquidos con una cuerda, encender y apagar la luz, romper el papel en tiras pequeñas, dar la vuelta a un coche de juguete y hacer girar sus ruedas en vez de hacerle avanzar por el suelo.

- Todos los niños autistas tienen un deficiente uso del lenguaje, aunque en diferente grado. Muchos de ellos no poseen lenguaje, o no emiten sonido alguno o solamente se expresan de una forma particular no entendible. Aproximadamente el 50% de los niños con trastornos del espectro autista llegan a desarrollar un lenguaje oral, que es poco comunicativo y se caracteriza por presentar: repetición de frases más o menos prolongadas (ecolalia), mal uso de los pronombres (por ej., nunca utilizan "yo" para referirse a ellos mismos) y una alteración en el ritmo y entonación (hablan de una forma monótona, o como si cantaran). Los que tienen capacidad oral, repiten con frecuencia una y otra vez las mismas preguntas.

- En algunos casos pueden mostrar talentos notables (por ej., concentrarse en letras o números; memorizando, con facilidad y rapidez, matrículas de coches) y a pesar del déficit o ausencia de comunicación, suelen ser niños tranquilos y con aspecto guapo e inteligente. Su desarrollo físico es normal, sin problemas en la ganancia de peso y talla. Su salud es buena y tampoco suelen presentar problemas de motricidad, por lo que no suele haber, por ejemplo, retraso en empezar a sentarse o a caminar.

Dada la diversa severidad de los síntomas según los casos y una vez confirmado el diagnóstico, el tratamiento debe ser, evidentemente, individualizado. Se trata, en definitiva, de mejorar, en la medida de lo posible, sus relaciones sociales, su lenguaje y su aprendizaje.

La intervención precoz e intensiva puede mejorar el resultado de forma muy importante. El aumento del coeficiente intelectual y la presencia de un lenguaje con sentido a la edad de 5 años son indicadores de un pronóstico favorable. Un 20% de los niños con comportamiento autista en sus primeros años se puede integrar gradualmente en la sociedad, aunque siga manteniendo, en ocasiones, un comportamiento "peculiar". Adaptado de Dr. J. Benito Fernández, Pediatra y cols. Pediatría para Padres (III); 52-54. Ed. Ergon. 2002.